Serio,
imperturbable como un moderno Moctezuma, Galindo sabe que el rol
correspondiente ahora mismo en su equipo, no es ya el del cuadro mandón y recio
que recién tuvo, sino el de un cuadro generoso al despliegue, que manteniendo
la pelota en su poder sabrá defenderse mejor, tratando por igual que sus
mejores elementos lleguen a esta instancia mejorados en sus lesiones y en el
volumen de su futbol.
El tiempo da para las excusas y éstas se
agolpan dentro de un archivo imaginario para echar mano de ellas cuando fuese
necesario, pero antes el técnico y sus jugadores pretenden escalar la montaña
con lo que mejor saben hacer y con las virtudes que aún les restan, que no son
pocas. Sabe Don Benjamín que hay muchachos como Suárez que no regresa al nivel apetecido,
que Lugo se escapa de los partidos como un moderno Houdini y palpita la
inestabilidad de su defensiva, que exigida, no siempre da los mejores
resultados y se ve titubeante sobre todo por izquierda, donde el joven Osmar
sigue sin encontrar la manera de marcar adecuadamente, por ello se posesiona de
su parcela sin arriesgar al frente, temeroso de un contragolpe.
Ante las dificultades, Santos se ve
obligado a volver al estilo de intensidad que le conocemos, con
desprendimientos hábiles y veloces arriba, aprovechando la velocidad e
inteligencia de sus atacantes, para eso precisa de su relojito que es Juan
Pablo Rodríguez, porque el talentoso volante hace demasiada falta para imprimir
el ritmo y para desprenderse de la pelota con vocación de hacer daño
vanguardista, más que el simple trabajo de recuperación, donde está claro que
el hispano Crosas agrega experiencia y fuerza. La diferencia parece ser
Salinas, que no termina por reeencontrar su mejor forma y ante campo minado,
prefiere el desacostumbrado pase lateral que a nada lleva, carente de visión
periférica para intentar el pase profundo.
Santos recuperó su sello de intensidad,
tiene jugadores quizá irregulares por diferentes razones todas, pero es sólido
y solidario en el despliegue y ejerce permanente presión al rival si sus
líderes de juego llegan con las luces encendidas. El talento de sus mejores
valores puede hacer la diferencia en la cancha cuando vengan el momento en que
ésta virtud tenga que aparecer para envolver la problemática y transformarla en
minutos que modifiquen todo, porque viene la etapa clave, donde no hay mañana y
el asunto es que si bien no se alcanza el nivel de juego deseado, puede entrar
en clasificación y ya dentro, el equipo suele levantar considerablemente.
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