martes, 4 de septiembre de 2012

VOLVIO UNA NOCHE

    
Como el estribillo en el tango de Gardel, Santos regresó a sí mismo al desaparecer el sol sabatino.
 
Motivado por la presencia de turbios nubarrones en el entorno, acicateado por la crítica y avispado por el fervor negativo de su pueblo, el campeón accedió a ponerse el traje que mejor le va, ese donde se dibuja el buen futbol y donde sus individualidades ponen el toque extra aunado al natural talento, de tal modo que sus piezas se acomodaron en la cancha, como un cheque al portador, sabiendo de antemano su gente que vendría junto al esfuerzo y al rebrote de la calidad, el momento de celebración que todos esperan, como un cántico tan
deseado como necesario en el unguento de la vida que tanto precisa su público, como parte de su natural vivir.
 

Volvió Ludueña a tomar la pelota para agredir, con el uso de su exacta dimensión del terreno, con el acopio de 
sus fuerzas para medir entre el rival y el compañero para entregar con ventaja y para esperar enseguida, que la 
descarga lleve consigo el apoyo necesario, como una continuidad en la obra de teatro, como quien toma su 
 turno a la hora de asumir la primera voz en el coro de Galindo.


 Esta vez también Benjamín se convenció a sí mismo de que debe cambiar constantemente, que debe modificar las formaciones con otros elementos que están al tono de la exigencia en pro de aquellos que desmerecen en su rendimiento. De tal forma que llegado el tiempo, aparecieron Ibáñez, que lo mismo juego por izquierda que por derecha. Estuvo el paciente Figueroa cuya entrega y perseverancia le dan siempre un sitio, esta vez sobre el desubicado Aarón Galindo. Estuvo Lugo, que tiene trato de pelota y calidad con inteligencia pero carece de continuidad, lo mismo pone un pase de 40 metros que desaparece como Houdini y ese chico desconocido que tiene nombre oriental, Kenyi Adachi, y cuerpo de obrero en las fábricas milenarias de Henry Ford.

 Porque ese chico es un hallazgo, es una rara especie de gigante, que lo mismo actúa de central que ahora de 
lateral y tiene lo suficiente para aspirar a ser titular, con los constantes vaivenes de Mares, lo que ratifica una vez 
más y aunque a veces lo olvida, que el técnico tiene más de una carta ganadora.
 
  Cuando Santos agudiza su instinto competitivo, no es fácil soportar sus maneras, porque si las luces de sus 

hombres de ataque están encendidas como las lámparas de los mineros en el túnel, cuidado.

 Entonces sí que la gente, su fiel gente, sabrá que viene el espectáculo garantizado, porque su futbol resolutivo se manifestará en todo momento, sin tregua para nadie. Y si no, pregúntele a Tuca y sus Tigres, que se fueron del TSM, mirando hacia el piso.

0 comentarios:

Publicar un comentario